miércoles, 13 de abril de 2011

Borrador del primer manifiesto del grupo rekoléktor


Detectamos un ambiente de impasibilidad general. Las colectividades se encuentran vivas sólo bajo los códigos de organización impuestos, injertados y asimilados que mantienen la repetición del actual estado precario. Estado caracterizado por el saqueo constante de nuestra vida en todas sus dimensiones, que no podría existir sin nuestros esfuerzos físicos, intelectuales, afectivos, que se sustenta en la explotación de la mayoría en beneficio de sólo unos pocos. No es objeto de este escrito ahondar en los motivos de la agonía del cuerpo colectivo para resistirse al presente. Partimos desde un panorama ya latente de desolación, patológización, asfixia y apatía. Sabemos que apenas sobrevivimos en un mundo de mierda. Y si esto es así, es porque nosotros así lo hemos decidido, aunque tampoco desconocemos que la gran mayoría de los espacios habitables dados y facilitados (tanto materiales como semióticos), son espacios de constricción, campos infértiles que apuntan a modulaciones rígidas de nuestra vida y regulan de antemano nuestras relaciones. Se nos proporcionan territorios existenciales que la mayoría de las veces nos dejan insatisfechos, nos producen depresiones, sensación de aislamiento y reducen brutalmente nuestra potencialidad como seres humanos. Creemos que es posible dejar de contribuir al empobrecimiento de nuestra vida con acciones y quitando nuestra aprobación conformista, esto es, creando nosotros mismos espacios alternos de convivencia hospitalaria, donde la amistad despliegue la fuerza ya en sí misma dinámica de toda colectividad. Producir movimiento es nuestra respuesta ante los anclajes psíquicos fijados por el control, ante la inercia de la costumbre, al automatismo y mecanicismo que requiere el sustento del modo de vida por y para el capital.

Como estudiantes, y viendo que las universidades ya no son sino otro engranaje del aparataje neurocapitalista, vemos que es tiempo de formar alianzas fuera de las aulas. Al denunciar a la escuela como una fábrica cognitiva, cuyos productos están destinados a ser aprovechados no por nosotros,sino por los que financian su producción, no proponemos el cese de los estudios (que sabemos que son cruciales para el desarrollo individual y social), ni la inasistencia a clases, ni siquiera una decepción total ante lo ofrecido por la Universidad. Se propone más bien provocar nuevos agenciamientos de la experiencia universitaria, una puesta en marcha hacia una expansión de posibles con las armas de la inteligencia en zonas autónomas no estriadas por discursos de interés, competitividad y eficiencia, que priman lo cuantitativo a lo cualitativo y que se gestan en espacios fríos y hostiles. La autonomía se vuelve imprescindible, en tanto que el entorno codificado es en mayor parte paralizante y se necesitan de nuevas estrategias no previstas para ir rompiendo con los clichés de los discursos “alternativos” predominantes.

Es cuando hacemos el llamado a la colectividad que nos vemos necesitados de apelar a la sensibilidad, pues a nuestro parecer la detección de problemas y de soluciones, la puesta en marcha, la cooperación y la colaboración, sólo pueden conectarse en zonas comunes de afección, para posteriormente contagiar y ser contagiados, procurando que lo que se desprenda de ello sean pasiones alegres que nos permitan repensar y proponer mejores modos de vivir, no sólo nuestra vida como estudiantes, como ciudadanos, como sujetos de explotación/trabajo, sino la habitación misma de la tierra. Impulsados por el deseo de compartir, de proponer y atender propuestas, de responder a las condiciones del presente, de tomar decisiones y no ser arrastrados por ellas, i-revolt se expresa en espacios públicos, donde a diferencia de universidad Utópica, no se trabaja con un mínimo de espacios empáticos y donde no se espera la presencia de este tipo de agrupaciones. Exposición pública donde el mensaje puede distorsionarse o perderse, pero donde tiene también la posibilidad de incidir en más cuerpos y expandirse.
No buscamos revoluciones macrosociales, sabemos que las superficies de resonancia de los grandes movimientos están agotadas. Consideramos, es cambio, que es a partir de una microrresistencia que comienza desde cada quien donde se producen los cambios, donde se desencadena el germen de todo movimiento colectivo que busca el reconocimiento de la dignidad humana.


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